Dios Pandurang
Como nunca se escribió un libro que evite la separación de la pareja casada y le enseñe el modo de vivir unida, he redactado este tratado y se lo ofrecí al dios Pandurang. La razón primordial para la separación de la pareja casada, y la causa que conduce al esposo a los brazos de otras mujeres, y a la esposa a los de otros hombres, es la necesidad de la variedad en el placer y la monotonía que sigue a la posesión. Sobre esto no hay duda. La monotonía sólo conduce a la saciedad, y la saciedad a sentir desagrado por la unión sexual. Y esto vale tanto para la mujer como para el hombre. De estas situaciones, brotan sentimientos maliciosos. El esposo o la esposa cede a la tentación y el otro lo imita, impulsado por los celos. No es frecuente que ambos se amen y desean con intensidad semejante, por los que uno se deja seducir por la pasión con mayor facilidad que el otro. Las separaciones generan poligamia, adulterios, abortos y toda suerte de vicios; cuando esto sucede no son sólo el esposo y la esposa extraviados quienes se deslizan al abismo. Arrastran con ellos los nombres de sus antepasados difuntos del sitio de los mortales elegidos al infierno o de regreso a este mundo.
Consciente de las causas que suscitan estas querellas, he escrito este libro para mostrar cómo el esposo, mediante la variedad en el goce de su
esposa, puede vivir con ella como treinta y dos mujeres diferentes, cambiando siempre de procedimientos para hacer imposible la saciedad. También he indicado con precisión toda clase de misterios y artes útiles para que ella pueda presentarse ante los ojos de él: pura, hermosa y placentera. Permítaseme por tanto concluir con un versículo de bendición: «Amen, hombre y mujer, este tratado: Ananga Ranga, y el amor perdurará mientras el sagrado Ganges maneplacido de Shiva, con su esposa Gauri sentada a su izquierda; y mientras Lakshmi ame a Vishnú, mientras Brahma siga consagrado al estudio de los Vedas; y mientras existan la Tierra, la Luna y el Sol.» Puedo aún vibrar con su lujuria y su ritmo.. oh, su ritmo, ese placer desatado... Conservo en mi piel su ardor infinito. ¡Cómo bebí de sus labios las perlas de gozo! Tuve que sujetar mi pasión ante la redondez de sus pechos, briosos corceles rosados. Pero para qué seguir hablando si aún la llevo en mi piel.
Ananga Ranga
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